La situación es esta: entra a la fuente de soda o se detiene en el carrito con una idea fija. Pide su sánguche, cuidadosamente ajustado al hambre y al presupuesto, sacando el mejor partido posible a lo que ofrece el lugar. Tiembla de felicidad anticipada, porque imagina el pancito tibio, el trozo de materia animal, el tomate, la palta, el ají que le va a añadir en el mesón, cuando de pronto el mesonero, la maestra sanguchera o el mozo le pregunta:
– ¿Y para beber, qué le traigo?
Caramba. ¿Vino tinto? Es improbable que siquiera tengan. ¿Espumante del valle de Colchagua? No, el sánguche al que nos referimos no va al compás de la tendencia de moda (es una tendencia hace décadas, ahí está la diferencia). ¿Agua mineral? Pues no, claro que no. ¿Combo-maxi-papas-más-bebida-mediana? Dejemos de payasear. Listemos las parejas de baile con las que el sanguchito nuestro mejor se aviene:
1. Jugo de fruta: puede ser muy mezquino -esos recipientes que mueven constantemente un brebaje de color ocre frutal- o llegar a la elegancia de unas naranjas recién exprimidas (pídalo como «Vitamina», existen también las zanahorias hechas jugo), la piña natural, melón o la buena pulpa de chirimoya o frambuesa. No es chatarra, como podrá comprobar. Vale mencionar el aporte de la chicha morada de los lugares peruanos.
2. Leche con frutas: se usa poco, pero en busca de nutrición puede dar con una leche con plátano en las buenas fuentes de soda. Ideal para los niños.
3. Té y café: especialmente cuando es al desayuno, la oferta sanguchera (imagine un York o un Chemilico, suspire un Barros Jarpa) supone bebidas calientes. Incluso, si se mandó dos completos para enterar la cuota, un café puede ser digestivo. De otra manera, combinar té puro con palta suena más a una buena once que a un maridaje atrevido.
4. Cerveza: ideal cuando es más tarde, cuando la exigencia del sánguche se agiganta (por ejemplo, una Hamburguesa Elkika) o cuando la buena conversación amerita intercalar pausas en la ingesta. Desde un fresco schop industrial hasta la oferta variopinta de la cerveza artesanal, un lomo con harta mayonesa queda bien cubierto, bien contrapesado con esta bebida suavemente festiva. Un Rumano, en tanto, exige una cerveza.
5. Consomé: si en el lugar preparan bien el ave, entonces el consomé que se ofrece en la carta estará hecho a partir de caldo natural. Un buen huevito mezclado le da más cuerpo a la sopita liviana, es un toque que diferencia un caldo de cocción cualquiera y un legítimo consomé. Algunas verduritas y perejil picado completan el cuadro. Basta y sobra para pasar el frío, enmarca de modo impecable hasta un Completo, por apurado que éste sea.

6. Bebidas gaseosas: por supuesto que la coca cola también vale. Curiosamente, no hay demasiada costumbre en la sanguchería local de vender combos. Hay papas fritas (muy seguido), también empanadas fritas llegado el caso. Bebidas de máquina (las peores, pero baratas), de lata (promedio) o en botella de vidrio (mejor opción). Lo que no es tan común es amarrar en un fardo cerrado estas tres cosas al estilo de las cadenas gringas. Es valioso lo que se gana con la poca costumbre sanguchera local de usar «el combo»: libertad para elegir si beber algo caliente o frío, salado o dulce.
7. El FanSchop: considerado de mal gusto por la gente pituca, el fanschop es un híbrido de baja graduación alcohólica, semiamargo y semidulce, clásico de tarde veraniega. El comensal chileno, quizás temeroso de ser enjuiciado por su gusto de revolver una Crush (es mejor para el fanschop que la propia Fanta) y una pilsener, lo hace igual aunque lleno de culpa. Hasta que un buen día descubre que la mundialmente famosa sangría española es una revoltura harto discutible de tinto (malo) con bebida y más encima con frutas (malas). O descubre que los vecinos argentinos gustan de tomar Gancia o Fernet, y más encima le echan cocacola. Qué hay de malo, entonces, en aportar esta preparación al acervo cultural de la mesa estival: nada.