Europa Entrepanes (4): Café Santiago, Porto (por @_EduardoA_)

Última entrega de esta serie que junto con ampliar las ideas y recetas, nos sirve como confirmación de lo muy universal, plural, mestizo y heterodoxo que es el formato sanguchero. Que cuando busquemos nuevas ideas miremos afuera y terminemos pensando en un sánguche de guatitas, sin complejos. O que, como en este artículo, estemos al borde de la idea de sánguche. El agradecimiento es para @_EduardoA_ por darse el tiempo de poner por escrito las ideas y publicarlas acá.

 

¿Sánguche o no sánguche?

Las francesinhas son, desde hace algunos años, una de las mejores y más modernas expresiones de la “comida rápida” Portuense. Famosas y buscadas por casi todos los que llegan a Porto con ganas de probar cosas ricas, no hay restaurant turístico (o sea, todos los que están en el centro histórico y en las cercanías de la ribera del río Douro) que no las ofrezca hoy en día, aunque en la mayoría de estos casos la especialidad esté más bien orientada a los mariscos y pescados. Pareciera que no hay ninguno que se resista.

Café Santiago
Café Santiago

Como es de esperar, hay gente que se las toma muy en serio, y no es nada raro ver alguno de los locales más tradicionales del centro ostentando certificados y premios honoríficos en sus vitrinas, o bien encontrarse con entusiastas recomendaciones y concienzudos rankings.  Habiendo sido previamente informado de todo esto, era inevitable no pasar a probar alguna de estas atractivas joyitas culinarias. El lugar escogido fue el sencillo pero muy especializado Café Santiago, en pleno centro, o más precisamente en la zona llamada Baixa de Porto. Es un local no muy distinto a alguna de nuestras Fuentes de Soda, con una gran tele colgando del cielo y una decoración de la que sólo valdría la pena rescatar un par de grandes reproducciones de fotos antiguas de la ciudad.

Lo cierto es que hay dos sucursales de Café Santiago, a corta distancia entre sí, pero el otro tiene un poquito más pinta de Bar. En esta sucursal más antigua, a media tarde, el público era una heterogénea mezcla de estudiantes, señoras paseantes, oficinistas de salida, y por supuesto unos cuantos turistas bien dateados. Sin exagerar, al menos tres de cada cuatro pedidos al experimentado y malas pulgas mesero eran de francesinhas, en su versión con papas fritas o sin ellas, como fue mi caso. Definitivamente, venir aquí y no probarlas sería como ir al Dominó y no comer completos, como ir a El Rápido y no zamparse dos empanadas fritas, o como ir al Ikabarú y no tomarse un café.

¿Por qué me planteé la duda “sánguche o no sánguche”? Por una teoría bien poco sólida y discutible: si bien en Chile estamos más que acostumbrados a comer muchos de nuestros más tradicionales sánguches haciendo uso de tenedor y cuchillo, en los lugares sangucheros que conocí en esta pasada eso no es así, nunca; la cualidad de ser comido con las manos parece ser una condición inherente al tradicional panino, entrepan, sandes, o bocadillo europeo. No obstante, en el caso de la francesinha eso resulta absolutamente imposible, como lo que no se puede

¿Es o no es un sánguche?
¿Es o no es un sánguche?

Recetas para replicar la francesinha del Café Santiago puede haber muchas, pero este parece ser un plato muy sensible a los detalles: al pão de forma (pan de molde) se le quitan los bordes y se tuesta previamente de manera de conseguir una consistencia firme para servir como estructura de soporte de todo lo que se le viene encima; el jamón y el chouriço (algo a medio camino entre una longaniza y una butifarra), que va abierto en cortes longitudinales, deben ser de muy buena calidad y gran sabor; la carne de vacuno es tierna y sabrosa, probablemente picanha (punta de ganso) asada, cortada en láminas delgadas; el queso es fundamental, se usa una variedad de queso local, de sabor profundo y una envidiable capacidad de derretirse sin desparramarse; y para qué hablar del molho en base a tomate y cerveza con que se baña finalmente toda la preparación, muy sabroso y con el suficiente picor como para producir una fiesta en el paladar. Con todos esos estímulos aglutinados en la forma de un sánguche con vocación de lasaña, uno sale de aquí rodando y con las endorfinas totalmente revueltas, pero sobre todo con la seguridad de que hay que volver.

Y volvemos.

Por @_EduardoA_

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Europa Entrepanes (3): Casa Guedes, Porto (por @_EduardoA_)

Tercera entrega. Portugal, país que se descubre tarde y mal. Pero hay gente dispuesta a investigar, observar lo parecido y lo ajeno.
Casa Guedes
Casa Guedes

Lo de Casa Guedes definitivamente parece calzar en nuestro concepto clásico de picada sanguchera, o más bien una Fuente de Soda tradicional. Pero tradicional a la manera Portuense, claro está. Una Tasca. Ubicada en una zona cercana al centro de Porto no muy concurrida, frente a una plaza dura (Praça dos Poveiros) y a un costado de un pequeño parque, pasa como cualquier otro boliche de esquina en una ciudad que quizá no estará repleta de ellos, pero tampoco es que le falten. Y de hecho eso es, un boliche de esquina con una barra donde se aprietan los taburetes, unas pocas mesas adentro y otras cuantas mesitas en el exterior (las preferidas de los turistas y de los que se quedan ahí hasta tarde, en primavera); atendido por sus propios dueños, gente amable, parca y sencilla, en sus cincuentas, dos hermanos y sus respectivas esposas.

¿Qué tiene de especial?  Al parecer no hay dos opiniones: el sánguche de pernil, o sandes de pernil en portugués. Es la estrella del local, y no falta el goloso que se entusiasma con la versión de pernil + queso (queijo da serra), deliciosa por supuesto, pero en el minimalismo del pernil solitario, por su propia cuenta y sólo impregnado de sus propios jugos, se juega toda la maravilla de este lugar.

La primera gran diferencia con nuestros clásicos perniles locales es que el corte del cerdo que se utiliza es la pierna, y no el pernil de mano que usamos en Chile. Es una pierna de cerdo, un jamón, y vaya qué diferencia hace un producto como el cerdo ibérico y particularmente el jamón de la península ibérica, no sólo en el tamaño de la pieza, sino especialmente en la calidad de la carne. La segunda gran diferencia -y entre las dos sumadas explican toda, toda la diferencia- es que esta pierna es asada lentamente y por horas en el horno, hasta quedar tierna y jugosa por dentro, y por fuera con la piel crocante, poquito menos que quemada.

Cuando el señor César Correia, con sus lentes y su tranquilidad, toma el cuchillo y empieza a cortar esas lonjas dejándolas caer en el jugo (molho es una palabra mucho más bonita) de la preparación acumulado en la fuente de aluminio, ya puedes intuir que no te vas a olvidar de ese sánguche. Antes ha puesto a calentar en un hornito el pan, de tamaño similar a los paninos florentinos, de menor diámetro, más miga y mayor altura que nuestras hallulas, pero con la corteza gruesa y crocante más característica de los panes españoles. Humedece la tapa de abajo por unos segundos en el molho, escoge y coloca los trozos de cerdo que van en tu porción, bien generosa, y ahí está, el mejor y más sabroso sandes de pernil que podrías probar, al menos en Porto.

Sánguche de pernil
Sánguche de pernil

Un sánguche tan franco, parco y amable como la imagen con la que te quedas del portugués medio, tan parecido al chileno medio que se te hace bastante familiar. Para beber, cañas de vinho verde o de sencillas cervezas, baratas y buenas compañeras. Casi nadie se va tranquilo con un solo sandes, y a un precio de apenas € 2,5, la verdad es que no es ningún pecado repetirse, y mucho menos volver.

Por @_EduardoA_

Europa Entrepanes (2): Nerbone, Florencia (por @_EduardoA_)

Segunda entrega de esta serie de cuatro artículos en que se reúnen varias cosas que nos dan alegría: un amigo escribiendo en el blog, buenas fotos, un texto para aprender y tentarse, además de la idea de que para conocer mejor lo que comemos siempre es útil mirar lo que está comiendo alguien más allá (del Atlántico, en este caso).
 

Uno como que sabe bien (porque ha escuchado, porque ha leído) que Italia es uno de los países que más genuinamente se expresan a través de su comida. Pero por estos lados apenas nos quedamos con la idea de las pastas, de las pizzas, y últimamente a lo más sabemos algo de sus risottos. Pero bien poco conocemos de las variaciones regionales de sus comidas, de la frecuencia con que se ven preparaciones crudas, de la impresionante diversidad y calidad de su charcutería y quesería, o del trato dado a los pescados y a las carnes. Mucho menos nos imaginamos que en la región Toscana las carnes sean tan veneradas y adoradas, y que en una ciudad como Florencia, capital cultural del renacimiento, haya tanto fanatismo por la trippa (callos, guatitas, mondongo) en sus diversas preparaciones. Pero así es, tal como suena: es muy común ver en la oferta de las carnicerías del mercado de Florencia, por ejemplo, entre todo tipo de cortes y casquerías, los distintos estómagos del vacuno: Rumine, Reticolo, Foiolo; el último y más fino se llama Abomaso, pero para los amigos se conoce como Lampredotto.

Lo otro que tampoco sabíamos de Florencia es que el sánguche, el panino, es toda una institución por sí mismo. No lo sabíamos a pesar de lo mucho que se ha escrito y se sigue escribiendo de esto. Así que juntar la pasión por las guatitas y por los sánguches era necesariamente el final de una ruta lógica.

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Debe ser bastante raro llegar a Nerbone por casualidad. Instalado en el Mercado de Florencia desde el siglo XIX, ha aparecido en decenas de guías para turistas y en cientos de blogs y sitios web, por lo que posiblemente el 99% de los que pasan por aquí o bien lo conocen de toda la vida o vienen directamente dateados. En mi caso, la recomendación venía directamente de mi amigo personal @LaBiferia, quien pasó algunos años en la Toscana. Llegan a este lugar muchos turistas orientales, mucho gringo (viven hartos estudiantes gringos en Florencia), mucho personaje local, mucho inmigrante, mucha, mucha gente. Difícil salvarse de hacer cola, aunque al pasar por ahí a media mañana, a manera de desayuno, se puede evitar una espera larga.

Este es un puesto del mercado, común y corriente. Es una barra-vitrina larga detrás de la cual se mueve un par de maestros sangucheros, que para cada pedido toman el corte solicitado y proceden a porcionarlo al momento, de manera que cada una de esas porciones viene cargadita con todos los jugos propios de la elaboración. Más atrás, en unos imponentes fondos de aluminio, un cocinero se encarga de la cocción de las carnes. El pedido más popular de este local es el panino con bollito, que es carne de vacuno hervida en un caldo de hierbas, suave, blanda, y jugosa. No sólo es el más popular sino que funciona como el sánguche “por defecto”: me tocó ver a un turista oriental que, luego de pagar, no supo decirle al maestro sanguchero qué corte quería (no supo porque no hablaba ni inglés ni mucho menos italiano) así que el maestro decidió que lo suyo era con el bollito y “cómetelo calladito”.

Panino de lampredotto
Panino de lampredotto

Pero a nuestro juicio la estrella es el panino de lampredotto. Con la misma técnica de cocción, en estas grandes ollas de aluminio hirviendo por horas en un caldo condimentado con hierbas, esta pieza de tripas queda muy suave y sabrosa. En el momento, el sanguchero la porciona y la pica en trozos cuadrados pequeños, que entran con todo el juguito acumulado en sus recovecos en un pan muy similar en tamaño y forma al Pan Rosita que vemos en nuestras panaderías. El complemento opcional puede ser una salsa roja en base a tomate, o una salsa verde en base a hierbas (cilantro, perejil, algo de cebolla muy suave). Por unos € 3,5 el resultado final es un sánguche crujiente, suave y adictivo, con todo el profundo sabor del lampredotto refrescado por la salsa de hierbas. Acompañado por una birra Moretti a la hora que sea, un imbatible.

Panino de lampredotto - 2
Panino de lampredotto – 2

Por @_EduardoA_

Europa Entrepanes (1): Sagàs, Barcelona (por @_EduardoA_)

No solamente en Chile el sánguche es parte importante de la dieta diaria, muestra sencilla y frecuente de la cultura gastronómica del país y, en algunos casos, hasta objeto de veneración. Esto no sólo parece una obviedad, de hecho lo es. Sin ir más lejos, todos sabemos que el sánguche -o sandwich- no nació en estas tierras ni mucho menos, y probablemente sea una de las comidas genéricas de presencia más extendida en el mundo. Pero no por obvio deja de ser necesario poner en contexto esta serie de cuatro posteos, que sólo por un momento se aleja de los límites patrios y se solaza en mostrar unos cuantos sánguches y sangucherías que, como parte de un reciente paseo por el viejo continente, valió la pena probar, y (quizá) valdrá la pena recomendar. Fanáticos, nacionalistas y chovinistas, sepan disculpar.

 

Fue por pura casualidad que me encontré con Sagàs. Más preocupado de buscar bares de vinos y tabernas de tapas más representativas de la movida culinaria catalana (en realidad quería ir a Cal Pep), este lugar se me apareció en el camino una tarde. Si se me hubiera aparecido antes, quizá habría regresado unas cuantas veces más, porque la carta de Sagàs, Pagesos, Cuiners & Co es tremendamente tentadora y, a juzgar por lo que probé, no se queda sólo en el texto y su atractivo diseño. El hecho de ser un lugar bastante nuevo, abierto en 2011 o 2012, al parecer lo privó de destacar en mis búsquedas de picadas y recomendaciones.

La barra
La barra

En la carta se puede leer de qué se trata el concepto de este local, un espacio relativamente amplio armado por una larga y bien diseñada barra (a cuya espalda aparecen colgados muchos de los embutidos de la casa) y sus mesas a un costado y al fondo. Es un concepto que quizá tenga algún paralelo con la muy santiaguina y sofisticada La Superior, pero que viene de más atrás, en el origen del negocio familiar como campesinos (pagesos en catalán) y productores de alimentos, antes de convertirse en restauradores o cocineros (cuiners). El nombre del local homenajea al pequeño pueblo a los pies de los Pirineos en donde la familia tiene su origen.

En base a sus propios productos -principalmente toda una línea de charcutería, pero también algunas de las verduras y hortalizas- presentan sus versiones de bocadillos tradicionales catalanes en base a jamones, butifarras, longanizas, sobrasadas, y también rabo, lengua, o quesos; así también incluyen todo un capítulo de sánguches del mundo, desde la Hamburguesa neoyorkina hasta el Bánh Mì vietnamita (que tanto nos gustaría poder disfrutar acá en Chile), pasando por Alemania, Italia e incluso China en el camino.

Aceitunas locales
Aceitunas locales

Como buen lugar con cierta orientación gourmet, para esperar sirven una sabrosa porción de aceitunas locales. Para beber hay vinos, y buenas cervezas en botella o en caña (habría que hacer una mención aparte para la técnica de la chica de la barra para “tirar la cerveza”).

Opté por algo de lo más local de la carta, lo que sonara y supiera lo más catalán posible y mostrara algo de esos productos de elaboración propia.

Les dejo la elocuencia de la foto de abajo.

Sólo puedo decir que ese bocadillo de butifarra blanca, abierta y dorada a la plancha, colocada con sus jugos dentro de media pieza de baguette artesanal y servida con un acompañamiento de escalivada a la leña, se ganó todo mi afecto de principio a fin, por su presentación, la calidad de los ingredientes, la crujencia de ese pan y los sabores profundos y verdaderos del embutido y las verduras que le hacían los coros. Maravilloso y contundente. Valió cada euro de los diez que costaba, y salí lamentando no tener tiempo para volver por más otro día. Larga vida a Sagàs.

Bocadillo de butifarra blanca
Bocadillo de butifarra blanca

Por @_EduardoA_

La Superior y su recetario propio

Nos invitaron a la marcha blanca de La Superior para conocer la oferta de este local, que como algunos de los lectores pueden saber, comparte dueños e inspiraciones fundamentales con la salchichería Hogs. Este post, por lo mismo, es un muestrario de lo que conocimos y que está abierto al público a contar de hoy. Acá una sinópsis.

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Pernil del carrito

Las preparaciones llevan nombre (la proteína) y apellido (combinaciones de agregados). Comenzamos probando un Pernil del carrito,  es decir con salsa verde, tomate y mayo con ajo. El chancho está tratado con mucha paciencia y afecto, de manera que es suave, está prácticamente molido y se integra con los demás ingredientes sin dominarlos, sin problemas, dentro de un pan amasado de miga -pese a lo que uno creería- liviana. Untuoso y sabroso, uno de nuestros favoritos.

(Todo en la oferta de La Superior va con su adjetivo, cada cosa tiene algo específico. Todo pasa en el salón alargado que tiene salida hacia el muy respetado patio de restoranes de Nueva de Lyon 105. Se trata de un lugar taquilla y todo lo señaliza así. El Bar Central, y no sólo el Hogs, tuvo su consecuencia en La Superior).

Lengua tártara

La segunda preparación fue la Lengua tártara: es muy llamativo el color morado de la carne, originado en un proceso de curado que cambia la textura de una pieza animal que pocos cultivan. Cuando se dice tártara, se refiere a una combinación de mayonesa (casera), huevo duro picado en cubitos y cebolitas perla (con poco vinagre) que va adornada por una hoja de lechuga escarola (nos pareció) que pone el sonido crujiente en un sánguche fresco, pero invernal. Pan frica integral, cascarudo y más seco que su mellizo, el frica estándar.

(Si las salsas son elaboradas por el propio local en vez de comprarlas hechas, el valor añadido es mayor y requiere más capacidad en la cocina. Hasta una mayo o un huevito picado pueden ser detalles de calidad).

Crudo

Seguimos con un Crudo en pan de molde, desafiando el concepto (estricto) de sánguche, pero fiel al modo de ser de los boliches maduros. Cuando el crudo se presenta como de «dos cortes» es que la carne va mitad picada y la otra mitad, molida. Rica textura, todo el sabor mezcladito. Tomamos una de las mostazas disponibles en los mesones y probamos subirle un poco la agresividad a esta posta rosada que, pese a su color sanguíneo, es mansita en la boca. No en vano la posta rosada es la comida de las guaguas.

(La Superior no tiene miedo de los gustos de sus comensales; al contrario, el restorán aporta primero contundencia, cantidad y sobre eso ensaya filigranas de chef. La cantidad y la calidad no son dicotómicas en el sánguche chileno).

Mechada veguina, vía @ConsueloG_

La cuarta preparación que conocimos fue una Mechada veguina, por fin en una buena marraqueta. Láminas de pollo ganso cubiertas de una mezcla -de la Vega, que no vegana- de porotos verdes blanqueaditos y palta fileteada. Una combinación que, pese a ser lógica y coherente, no es habitual. Ají verde también se anuncia en la carta -aunque no lo encontramos en el pan- y una salsa verde que es casi una vinagreta de lo finitos que están picados los ingredientes, todo decorado por una mayonesa de zapallo. La mezcla es una ensalada en sí misma y permite conocer un sabor que constituye un aporte del cocinero a las combinaciones posibles para que el recetario chileno amplíe sus márgenes.

(La Superior es un lugar de pruebas. No han buscado tanto en recetarios del mundo, pensamos, como sí han imaginado permutaciones que sean nuevas sin parecernos ajenas. El tiempo, el gusto de los clientes y la reflexión de la cocina podrían contarnos luego qué tal les va).

Mechada Canadiense

Llegando al final, degustamos la Plateada canadiense. Podríamos analogarlo a un chivito en versión resumida (tiene la carne, el huevo, el queso, el tomate y la lechuga) y menos  contundente que el original uruguayo, ciertamente gigantesco, pero sin perder sabores secundarios tan importantes como la aceituna negra hecha pasta y pimiento rojo licuado. Pero la estrella del canadiense es el tocino al horno, que impregna un sánguche para comer calentito, muy rico. Pan frica, porque ¿qué puede hacer un pancito debilucho ante una combinación de ingredientes como esta?.

(La cocina es una cosa y la plancha otra. Los ingredientes son bien tratados. La ingeniería reversa de la Fuente Alemana ha dado como resultado un lugar que se orienta por el recetario clásico y explora sin hacer imprudencias o experimentos bobos).

El concepto de sangucheria gourmet o gastronómica no ha sido agotado. Queda espacio para varios boliches y para mucho aprendizaje en la cuarta generación de sánguches chilenos. El nombre «La Superior» es un signo expresivo de esta vocacion sofisticada. Es un riesgo, tambien. Se ubicaron entre el Rívoli y el Baco, que son compañeros de curso muy aventajados y con propuestas muy distintas. El recetario es la clave (Esteban Donoso es el chef) y lo que debería dominar su apreciación en el futuro, cuando el nervio de la inauguración deje paso a la rutina. Cuando el último foodie seguidor de tendencias deje de comer sánguches, La Superior va a sobrevivir si persiste en su propósito de proponer innovaciones construidas con los elementos que conocemos mejor.

Un Dominó con mesas y juegos de niños

Ñuñoa es un barrio cargado de mitos. Se insiste en tópicos como su identificación con la clase media, la vida de barrio, la intelectualidad y la bohemia. Pero pasear por las manzanas ubicadas en el cruce de Irarrázaval y Pedro de Valdivia (el corazón de la comuna) puede dar una perspectiva menos folklórica: liquidadoras de ropa deportiva, un caracol añoso, camiserías, outlets. Pocos rastros de librerías, cafés, almacenes de barrio. El paisaje urbano es muy parecido al centro de Copiapó o de San Fernando.

Vienesa Antigua / modernizada

La comida de este paraje es consistente con ese carácter . Alguna fuente de soda que ofrece también pollos asados, un restorán peruano, cadenas de comida chatarra, promociones de completos y bebidas para los transeúntes que hacen combinaciones de micro. Una picada italiana acá, un salón de té allá. Falta algo.

Y el Dominó parece compartir ese diagnóstico: tal como hizo en Isidora Goyenechea, se instala con una casa refaccionada y bien decorada. No estamos en el clásico Dominó que tiene como espina dorsal al mesón. Encontramos muchas mesas distribuidas en dos pisos, invitando a sentarse y charlar. Disponen de wi-fi y pantallas enormes que permiten seguir la programación de la tv. Hay juegos para niños como los que las cadenas gringas instalan para que los padres puedan entretener a sus niños mientras comen. El lugar por excelencia donde se come de pie y apurado nos recibe con atención a la mesa y un menú que ha crecido sin prisa.

Junto a la conocida paleta de colores que aderezan las vienesas, hoy el Dominó sabe que los sánguches de todo tipo, los jugos y ensaladas, los desayunos y hasta los consomés ya son una necesidad a distintas horas del día. Y si nadie más quiere poner eso en un cruce de calles tan central para Ñuñoa, esta cadena muestra la buena voluntad de ser la sanguchería del barrio. Lo han hecho en otros rincones. Lo seguirán haciendo mientras el público responda

Hogs: el completo puede dar un giro

Un par de días atrás se emitió el programa de Andrew Zimmern en que visita Chicago, ciudad descrita como la capital del hot dog. Entre las muchas experiencias que se retratan en el episodio -y que lo ponen muy por encima de la voracidad consumista y tanática de Man vs Food- se destacó un lugar llamado Franks ‘n’ Dawgs, donde el formato del popular hot dog se vuelve elástico para permitir una apreciable cantidad de combinaciones nuevas, concursos de chefs, recetas originales y la reiteración de que un pan con salchicha puede volverse algo sorprendente.

Teniendo nuestra sanguchería una importante veta completera, nos preguntamos si resultaría posible dar un giro al menú. Un giro, que es distinto a una ampliación. No una nueva propuesta de ingredientes en el completo de siempre, como las que a diario se pueden ver en los abundantes bolichines completeros y en las cadenas más consolidadas. Y, por coincidencia, nos cuentan que en Los Leones acaba de abrir Hogs. La coincidencia nos convence de aprovechar la hora de almuerzo ahora que el pago del mes todavía está fresquito.

En inglés, pero artesanal

Todo nos hace pensar que vamos a volver al boliche, así que daremos las pistas más generales solamente:

  • Hay tres tipos de salchicha, que es el corazón del negocio: de chancho, de pavo y mezclada de chancho con vacuno. Elegimos la primera.
  • Hay tres categorías de preparación diferenciadas por precio, lo que requiere concentración pues no es el hábito al momento de pedir (uno suele escoger «italiano» y luego pregunta el precio, pero acá sería al revés: dentro de un precio, puede ser italiano, alemana, gringa o completa, por ej). Como estamos en días de abundancia, pedimos la combinación Francesa: cebolla caramelizada, champiñones, tocino, aderezado con una salsa alioli.
  • Finalmente, la elección llega al pan: está el tradicional (pan de completo blandito), batido (con más cáscara y miga consistente, casi estilo marraqueta) e integral. Fuimos por batido, claro.
@UnoCome en Hogs

El lugar cuenta con una plancha de pequeño tamaño, un calentador de pan y los ingredientes dispuestos para la preparación de los pedidos que llegan impresos desde la caja. El área de «emplatado» utiliza bandejas chicas, portacompletos de cartón y servilletas. Hay también un dispensador de limonada (en este caso una mezcla de jugos de limón y frutilla, que pedimos en vaso grande), así como refrigeradores para cerveza y para bebidas.

Los mesones cuentan con ketchup y dos tipos de mostaza (una completamente amarilla, otra con pepitas molidas a la vista).

@_safari en Hogs

No es barato (la cuenta de este pedido se empina sobre las 4 lucas), pero es fiel a su declaración de principios: hay artesanía, hay rapidez sin chatarra, es comida consistente para épocas de invierno, bien calórica, pero apetitosa y bien hecha.

Hay muchas combinaciones por probar, muchas propuestas que dejaremos para otra ocasión. Seguro vendrá. Es cosa de ver las fotos nos envían nuestros colaboradores en la primera semana de apertura.

@omaidog en Hogs

Leer: «Sándwiches, una nueva experiencia gourmet» de Pablo Guerra

El sánguche va ganando espacio entre los críticos gastronómicos, convence a chefs profesionales y extiende hoy sus fanáticos mucho más allá de la cofradía de siempre. Pero sigue siendo difícil encontrar libros especializados, por más que los anaqueles de libros sobre comida siguen ampliándose.

Así fuera por esta única razón, la publicación del libro de Pablo Guerra «Sándwiches, una nueva experiencia gourmet» es una buena noticia.

Pablo Guerra
Recetas, buenas fotos y gusto de chef

No obstante, el dueño de IT Sandwich & Bar agrega otras razones. Estamos en el terreno de la sanguchería académica, con incorporaciones gastronómicas, innovaciones y experimentos. Por tratarse de un ejercicio infinito -¿cuántos sánguches se pueden imaginar?- todo puede ser tomado como inicial, provisional. Pero Guerra no está teorizando, sino que cuenta con la carta de su restaurante como aval. El libro no la transcribe, pues la sobrepasa en cantidad de recetas; tampoco explica toda su oferta en el libro, pero la lógica de su construcción es evidentemente la de un cocinero que antes de armar un bocadillo va completando las mini-recetas que lo componen.

El libro categoriza sus recetas por función: para grandes momentos, no todo es carne, para enamorar, para no perder la línea, para pasar las penas y para niños («los futuros gourmet»).

Valoramos la fotografía y el formato, nada fifí, listo para tenerlo en la cocina mientras se ensaya el sangucheo de estándar gastronómico.