En cualquier listado o censo sanguchero, alguien nombrará al Tip y Tap como un lugar tradicional y bastante conocido. Partiendo por el local original de calle San Crescente hasta su actual presencia en bulevares, multicines y calles comerciales, se trata de un sitio familiar de base alemana -de ahí el énfasis en la cerveza, el crudo y el sánguche- con una opción preferencial por Santiago Oriente y una sucursal en Viña del Mar.
Criado al alero de la década del 70 y la convivencia de los futbolistas del club deportivo de la Universidad Católica, sería injusto pedirle al Tip y Tap algún rasgo bohemio -no es un bar- ni gastronómico -tampoco es un restorán- sino que es un local familiar con una carta comparable a Los Ganaderos en tanto resuelve el apetito con los argumentos del bife a lo pobre, la hamburguesa, las papas fritas y el menú de niños. Es un testimonio fiel y durable de la comida que agrada a un público de gustos algo estáticos y coherentes en el tiempo.
No obstante, en materia de sánguches la oferta es especialmente variada: lomitos, churrascos, ave, hamburguesas, pernil, hot dogs y ocasionalmente algo liviano y más simple. El mejor rendimiento lo logra, eso sí, en la versión de la casa: hamburguesa, lomo o churrasco Tip y Tap quieren decir con lechuga, tomate, palta, cebolla, pepinillo y queso caliente. Parecido a lo que propone Elkika, por ejemplo, pero con una influencia más gringa, notoria en la suma de ingredientes.
Para evitar volver a pasar alguna frustración precedente, pedimos un lomito palta. Sencillo. Nos ofrecen molde, frica, marraqueta o amasado. Replicamos que fuera marraqueta y recibimos de vuelta un sánguche bien armado, con la palta molida groseramente -lo que no es un reproche, sino una demostración de la fidelidad de este ingrediente siempre bajo sospecha de estar adulterado- y el pan tostado. El lomito viene magro, cortado más bien grueso, pero algo seco y por tanto sin sal. Un sánguche suficientemente bueno al que nos gustaría ver revitalizado, rejuvenecido y más pícaro.
Ficha
7/08/10
Tip y Tap (La Reina), con M., C. y P.
Lomito palta, cerveza
reconozco que adoro la hamburguesa tip y tap, pero el resto de sus sandwich no me parece gran cosa. son ricos, pero no sé, eso de que sean tan ordenaditos, tan compuestitos como que me choca.
como bien dices, le falta algo más… eso que te puedes encontrar fácilmente en otros locales menos pomposos… a mí parecer el sandwich tip y tap lo logra, quizás por eso llega a ser la especialidad, pero el resto, mmm… nop.
es curioso que en 2 años escribiendo este blog, nunca haya comentado el Tip y Tap, y creo que es por lo que bien dices. no está mal, pero siempre hay un pero, se quedan sin pan de completo, no ponen bien la mesa, en fin. una vez conocida la carta, es un lugar para pedir siempre lo mismo e irse a la segura.
El sanguchismo es una religión y aquí también deco confesar mi ateísmo, pero no por ello dejaré de preguntarle a Fenya si ha probado alguna vez el sublime churrasco tomate marraqueta del Bar Nacional, sucursal Huérfanos.
¿el ateismo es con el Tip y Tap? Es comprensible que los fieles tomen distancia y vayan menos. Les falta un buen concilio, quizás dos.
Tomaré la alusión al Bar Nacional como una invitación velada.
No, es con el artefacto sanguchístico en sí, como diría ese señor cara de sapo. Aunque ocasionalmente hay revelaciones de paraísos perdidos, por lo general naufraga entre el recocido y la insipidez.
Cuando quieras vamos al Nacional. Ahí se da aún esa misteriosa mezcla entre lo habitual y probado -el pan y los ingredientes cotidianos- y la alquimia de lo maravilloso. Quizá se debe al exceso de aceite en la plancha, pero eso no le quita lo rico.
Misógino, quedé de lo más pillo con la referencia críptica al señor cara de sapo y también con la analogía religioso-sanguchera. Lo único que entendí-a propia conveniencia- es que la plancha del Nacional (¿el 1 o el 2?) está llamando por interno.
El señor cara de sapo es Sartre y sus disquisiciones existencialistas sobre el en sí y el para sí.
Sobre la religión del sánguche, quise decir que en ella también soy un escéptico.
No sé cuál es el número del local, pero la aceitosa plancha del local de Huérfanos (el más chico, me parece, al frente de la librería Andrés Bello) es la que convoca la gula. Acordemos por interno una visita.