El resto es descuento

El fin de año no equivale, necesariamente, a cierre de actividades. Eso queda para los que toman vacaciones en enero. El resto de nosotros seguimos a caballo de las tareas.

Quizás, por lo mismo, hacer una especie de balance sanguchero no tiene mayor sentido. Pero podemos sí apuntar dos o tres cosas que nos dan vuelta y que, esperamos, se reflejen en algunos posts venideros:

– Hemos evitado concurrir a los santos lugares, intentando acumular experiencia y ganarnos el premio. Pero no podemos proseguir un blog como este  sin pasarnos por la Fuente Suiza, el Dominó, la Fuente Alemana. ¿Tiene que ser? Tiene que ser.

– Tenemos aportes interesantes en los comentarios que nos abren la posibilidad de recibir contribuciones anónimas y ad-honorem (avisado, ah?). Aumentada de esta manera la capacidad sanguchera, se abre la gran alameda de los raids en busca del mejor lomito, el mejor as, el mejor chacarero, el mejor chemilico. Sin echarse una sola persona todo eso a la panza, que en vacaciones las vanidades son culpas.

– Los sánguches de estadio. Una oferta amplia, enjundiosa, no necesariamente barata, pero prometedora.

– Una reflexión sobre la comida rápida, el sánguche chileno, la mala conciencia y el libre mercado.

– ¿Sirve para algo el sanguchismo en el contexto de un país agotado y en crisis? ¿Qué implicancias tiene el emporialismo en época de elecciones? ¿Vamos a irnos de chingana y pan mientras afuera se hace política?

6 comentarios en “El resto es descuento

  1. Señor Sánguches,
    El otro día en el Dominó una señora llevaba a almorzar a un extranjero, presumiblemente nórdico o alemán. Mientras veía al tipo chorrearle la palta y la americana de su dominó, me pregunté: «¿es aconsejable comer sánguches con extranjeros? ¿es parte importante de nuestra imagen-país o una prueba ardua para sus costumbres? ¿los apreciarán tanto como nosotros?
    Quisiera que aventurara una reflexión en este excelente blog, del cual soy lector asiduo.

  2. @aik: lo será tanto como comer tacos en México o pizzas en Italia. O pittas en Grecia.

    Me explico: si un nórdico nos pregunta por la comida que comemos a diario, llevarlo al Dominó me parece un acierto. El chorreo es parte del ritual (lo que nos transporta a Conce, al Manhattan). Lo que no veo es la necesidad de «impactar» al visitante con algo que no nos pida. Después de todo, hay gente que cuando viaja a otros países se parapeta en los McD o los Burger K.

  3. a mí me impactó la teoría de Superguay con respecto a no pedir jamás un sanguche chorreado sino magnético, es decir, con queso. con su teoría, algo de mí se murió. pensé que la ley natural era que entre queso o palta chorreante, palta. pero bueno, SG me ha matado hartas cosas…

  4. respeto las ideas de SG. Sin embargo el chorreo no puede censurarse así nomás.
    ¿Le chorreó ketchup? Pa’ qué le pone tanto.
    ¿Chorrea la mayo? El local no se fija en gastos.
    ¿Chorrea el jugo del lomito? La preparación viene de una olla.

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