Estamos convencidos que comer mejor es vivir mejor, que es importante y no puede tratarse como si fuera un tema chistoso o marginal.
Además, pensamos que todo el terreno que pierda la comida chatarra -papas fritas de bolsa, completos industriales de 450 pesos, cereales extruidos azucarados y salados- lo gana la buena comida popular. Es cierto, no existe algo así como la comida perfecta, pero sí existe la comida chatarra. Lejos de los cabros chicos, por favor.
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Hipérboles aparte, estoy de acuerdo con Luis Larrain. Dejar que el Estado regule el consumo de chatarra es una carta pública que admite cero confianza en la capacidad de juicio del chileno medio.
Que se preocupen antes de que se regule mejor el desglosamiento nutricional, para que la gente pueda leer ellas mismas lo que están ingresando en sus cuerpos. Por último que se publiciten mejor datos básicos, como que una lata de Coca-Cola contiene más de la mitad del azúcar que un adulto requiere en su consumo diario.
Prohibir la venta de comida alta en grasas saturadas, sodio y azúcares dentro de un colegio que atiende a niños menores de edad, es muchísimo menos invasivo que otras cosas que el Estado restringe.
Mira: a qué edad puedes votar o manejar, quién tiene acceso a recetar fármacos, cómo se puede justificar médicamente una ausencia al trabajo, en qué condiciones y con cuántos impuestos se vende tabaco y dónde se puede fumar. Cuánto alcohol puede consumir un adulto -no un escolar de 10 años- si maneja un auto de su propiedad.