Cuando alguien invita a comer a su casa espera halagos de los comensales. Espera, si hay hábito de cocinar, que le pregunten por la receta, el ingrediente o la idea que explica la buena experiencia. No es exclusivo de gente sofisticada o de mujeres mayores, pues también en un almuerzo casero de entre semana en una familia de clase media, o entre varones con hábitos modernos respecto a la cocina se esperan halagos. Formales, si la cosa no es para tanto. Efusivos, si estuvo bueno de verdad. Halagos que son, en realidad, gratitud y no crítica gastronómica.
Porque uno se identifica con su comida y la indiferencia hacia un plato, un sabor o un hábito es un desprecio personal.
El error es creer que cuando un turista visita el país queda comprometido a actuar, opinar y escribir como si se tratara de un invitado al espacio doméstico. Identificarse con la comida que uno come es inevitable y pensamos que es fundamental para cocinar con dedicación y disfrutar comiendo, pero parece chovinista y hasta pueril exigir que alguien que viene al país (por definición un espacio público, con una oferta específica que se llama cocina pública) se comporte como un pariente o amigo cordial y encuentre todo rico. No se aplica. Alguien viene a Santiago, almuerza en varios boliches y no le gusta ninguno: concluye que la comida es mala y esa generalización no es ingrata. Puede ser parcial, severa, vegetariana, muy inglesa (alemana, gringa), lo que sea, pero es una experiencia sobre la que no hay por qué enojarse, quejarse, insultar, llorar o defenderse como si un tribunal internacional hubiera definido que hay que botar todo lo que tenemos en el refrigerador y la despensa.
Además, ¿dónde se supone que un par de turistas se informen sobre la buena comida pública chilena? ¿En esos listados de datos y tips que alargan los noticiarios y rellenan las páginas de tendencias en los diarios? Hacer listas flojas es una prueba de que quizás las turistas que encontraron pésima la oferta de comida local tienen razón.
En primer lugar, se autodescriben como una pareja lesbiana alemana-norteamericana, asi que no son Inglesas. Hay que tirar las piedras al país que corresponde!
Las dos son vegetarianas. Mira ese ejemplo patético de Chacarero hecho con quesillo en vez de carne. Eso no es comida Chilena. Es como copiar una receta, cambiar la mitad de los ingredientes y después decir que no te gustó. Es cierto que Chile no es el paraíso de los vegetarianos, pero tampoco es un desierto.
He notado en los turistas, sobre todo norteamericanos, una queja constante de que la comida en Chile no es lo suficientemente condimentada y/o picante. Algunos viajan con una botella de salsa siracha y lo ponen a todo. Los ingredientes frescos no necesitan algo que tapa su sabor natural. Lo picante tiene su lugar, pero su lugar no es en todos los platos.
Claro que cualquier visitante puede tener su opinion sobre la comida Chilena, siempre y cuando se expresa con respeto. Eso es justamente lo que faltó en el artículp que escribieron. Si ellas crean que aprendieron algo sobre la comida Chilena, nosotros aprendimos algo sobre la educación de ellas. O puede ser que ambos estamos muy equivocados.
sinceramente, no veo la falta de respeto
Creo que el respeto, o falta de, pasa por el vocabulario. Sólamente he leído el blog en inglés y creo que el tono podría haber sido mejor en nuestro idioma. El título en inglés es bastante fuerte, más fuerte de lo necesario en mi opinion. Pero si de opiniones se trata, ha generado hartos!
Es que más que opiniones, parecen corazones destrozados. Y no da, encuentro.
Sí,comprendo que hay corazones destrozados. Sin embargo, entre los llantos y las palabras gruesas hay también respuestas que dan argumento en forma calmada, muchos en inglés. Lo cortés no quita lo valiente, algo que los bloggers y quienes responden a ellas tendrían que recordar. Enfin, «a storm in a teacup», o más bien en un plato de cazuela.
Mi punto es finalmente que si alguien considera que la imagen de la comida chilena quedó dañada (?) en todo caso podría enojarse con las notas pencas como la de La Tercera.