Venga a Santiago a comer sánguches, don Phil

Conocí a Isidora Díaz no recuerdo bien cuándo, pero sí que fue a propósito de tener blogs que trataban de comida chilena. Ella ha sido muy persistente en el tópico, sobreponiéndose a la primacía de las fotos sobre los textos. O juntando lo mejor de ambas cosas, que es otra manera de salirse con la suya. De modo que por ella, además de las ganas de ver algo breve en Netflix, me animé a ver este episodio de la serie de documentales de Netflix «Somebody feed Phil».

El episodio transmite el furor optimista y esperanzado de Santiago en la primera mitad de la convención constitucional, señal de que se grabó en 2021. Contrasta con el escepticismo de los días del estreno, en un 2022 mustio y pesimista. O ya sin furor. ¿En qué se nota lo que digo? En que las murallas pintadas son street art, y no grafittis vandálicos que nos enorgullecemos de borrar. Sé que arte y suciedad no son lo mismo, pero aceptemos que están peligrosamente cerca y somos nosotros los que nos ponemos a una cierta distancia de una idea para abrazar la otra. Nuestro país se presenta ante el visitante como un país azotado por la desigualdad, el descontento y la urgente reivindicación, pero al mismo tiempo nos vemos expectantes por las buenas noticias que traerá el futuro cercano. Eso no es lo que prima en octubre de 2022, en absoluto. Pero el tiempo es una sustancia concentrada y densa: dejémoslo decantar.

La mirada del turista -que es la perspectiva del dron que hace de telón de fondo del capítulo- a los chilenos nos pone siempre en guardia. Como si nos sorprendiera su llegada, nos dispone a preparar nuestro mejor inglés, nuestro mejor mantel, y una batería de respuestas a lo que (imaginamos) querrán preguntar. De otro modo no me explico que Boragó, Ambrosía y La Calma insistan en los piures. Los chilenos comemos pescados y mariscos, claro, pero la popularidad de la macha probablemente le jugó en contra en esta ocasión. Lo extraño del piure, la búsqueda del impacto o tal vez alguna deuda le dieron un protagonismo que no entiendo.

Vamos a los sánguches: los sabores que se sugieren a través de imágenes destacan la diferencia entre ingrediente (contundentes y necesarios) y aderezo (ocasionales, secundarios) que hace tan importante la mayonesa. O la palta. Desde luego la carne, en su preparación más que en su origen noble. Gracias a los lugares que se exponen de la ciudad, la foto de Santiago no se queda en la plaza Italia y el barrio Lastarria, sino que incluyen el barrio Franklin. Los hábitos que Isidora enuncia (usar servicio, desparramar con confianza, desayunar un sánguche sin temor ni preocupaciones new age) sirven como la muestra más honesta del país que somos. Ni el hermoso museo de Bellas Artes, ni el pomposo Costanera Center logran nada de eso.

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