¿En qué momento se inventó un pasado con baldosas de cerámica córdova, canastos llenos de panes de cebolla, estanterías de raulí con patés de codorniz o higos al merkén? Como este post se trata de una declaración, voy a apuntar de inmediato que me gustan las cerámicas, que el pan italiano con cebolla y aceituna me parece delicioso, y que en mi propia despensa atesoro ingredientes de origen raro.
Lo que no soporto es la impostura.
Así como antes de 1990 Chile era mucho más feo (hoy es más bonito), pueblerino (hoy lo es menos), agrio (hoy se pasa mejor) y violento (hoy no hay dictadores uniformados), había almacenes de barrio por todas partes. O si se quiere, no habían supermercados ni emporios como hoy. ¿Cómo eran los almacenes que recuerdo? Esquinas, estacionamientos de casa, primeros pisos de edificios bajos. Negocios con vitrinas refrigerantes, estantes de madera barata, bateas con pan frio y otras con pan fresco. Estantes con tarros de conserva -salsa de tomates, jurel, duraznos- y detergentes en cajas chicas (Bio Luvil para el remojo, Rinso para el lavado). Cajas de fósforos, pero no sólo los paquetes de 10, sino también la cajita suelta. Calugas de shampoo colgando. Albumes SALO, helados, dulces, cigarros. En los más viejos, un tambor con aceite a granel (un olor penetrante). Bebidas que a veces estaban heladas en un refrigerador, a veces sólo naturales. Algunas verduras para sacar de apuro. Helados Bresler, Chamonix, LB y sólo a veces Savory. A veces, los helados eran unas bolsitas alargadas que hacían en el freezer del local.
A veces pasaba que eran bonitos. Muchas veces eran ordenados nomás. La gente dejaba recados, se ofrecía para poner inyecciones o cuidar niños. En esa época, cuando se perdía el perro nadie ponía carteles con recompensa y foto. El dueño no tenía empleados, era él (o ella) y la familia. El fiado no era cosa tan corriente como se puede pensar.
No estoy evocando con nostalgia ni con ira. Pero mucho menos con impostado romanticismo. Yo recuerdo muchos viejos almacenes de barrio, y no son como los Emporios La Rosa. Tampoco como el Emporio Nacional. Junto con ganar más plata, los chilenos hemos podido dejar de tener un almacén para complementar el ingreso del taxi o la pega penca que teníamos en los ’70s y ’80s. Hemos aprendido que el aceite de oliva es más rico que el de tambor. Que los helados pueden ser de muchos más sabores que frutilla/vainilla/chocolate. Pero de dónde salió ese afán impresentable por ocultar cómo era todo en esa fechas. De dónde salen comentarios como este:
Porque La Chimba, uno de los nuevos restaurantes del Parque Arauco, es como esos antiguos almacenes chilenos, con piso de baldosas, mucha madera, lámparas de mimbre, tiras de ají colgando y pequeños detalles que le dan una atmósfera de relajo y calidez. (fuente)
Si vamos a elogiar la sanguchería local, tenemos que denunciar que el wagyú es rico, pero no lo conocíamos en la época que se inventó el Barros Luco. Que nos encanta la ciabatta, pero que crecimos alimentados de marraquetas y hallullas. Que para los cumpleaños comemos -menos mal- de mantel largo y con vinos sofisticados, pero que en los almuerzos de la semana un completo nos mantiene vivos, felices, llenos, y por poca plata. Quieren colonizarnos a punta de un pedigrí ridículo que, al menos en este blog, no hemos pedido. Al contrario, nos encantan las fuentes de soda porque siempre han estado ahí. Porque leemos la carta o la pizarra y la entendemos a la primera. Porque nuestros amigos saben mucho de sánguches, nunca harían un curso de cata para saber si un italiano está bueno. Porque sabemos que el Burger King es bueno en hamburguesas, pero cuando incursionan en el Churrasco Palta, la verdad es que fallan.
Pero esa ideología del emporio como el paraíso perdido… llévensela no más. Sobra.

Estimado:
Hace poco me topé con su blog, lo he ido leyendo lentamente de acuerdo al tiempo que dispongo, me parece una genial idea hacer un recorrido por el sanguche, tanto en terreno como en «reportajes».
Una sugerencia, podría acotar más los precios al hacer las reseñas, de pronto el «un poco caro» da para pensar…
El resto, lo dará el tiempo, seguiré leyendo, espero que usted siga sangucheando.
Saludos!
no recuerdo si te postié antes, pero tu blog me da hambre.
respecto de este post, concuerdo completamente contigo, creo que es puro pituquerío que dice «rescatar» las cosas, cuando ellos mismos salieron corriendo al jumbo cuando abrió y el alamcén piojento se acabó por la competencia.
La Rosa es rico, pero no me compro la parada nicas
saludos!!!
c.
a mí me gusta el Emporio La Rosa, me gusta el barrio Lastarria, me gusta ese estilo como más europeo porque es lindo… yo creo que en ello no hay problema. El problema surge, o el conflicto, cuando pretendemos que esa tipología de bazar es nuestro como por esencia… como si el boliche de la esquina fuera como ese donde van a desfilar los bohemios del parque Forestal.
El mensaje es que nos puede gustar emporios como ése, pero no olvidemos que nada hay más chileno que calles como Irarrázaval, llenos de boliches feos, de mal gusto, pero ricos y honestos, sin pudor.
hola.
@ Diego: un schop caro es uno que vale $1400 el medio litro, en relación a un sñanguche de $2500.
@Carlitos: cuando nosotros llegamos al Jumbo, ellos abrieron los emporio. Son ellos los que arrancan de la gente.
@ cris: el emporialismo que hemos dicho aquí es una idea elitista, donde un plato de lentejas tiene un subtexto en francés, cosmopolita, globalizado. no quiero hacer ninguna elegía nacionalista, más bien quiero disfrutar lo que conozco de tanto tiempo sin que me re-expliquen un churrasco.
Primero, anoche no quedaba pan en el depto, y puta que me dio hambre leyendo tu blog. Segundo, TODAS las weas vintage de este pais inventan un pasado que nunca tuvimos, generalmente es una interpretacion del chileno de una interpretacion del gringo de lo que era tal o cual elemento pasado. Dudo que los emporios hayan sido asi, vengo de San Feña, y se exactamente lo poco escenico que es un alacen de barrio. Pasa lo mismo con todas mas moditas vintage de esta decada; que se caracteriza particularmente por imitar a otras decadas.
veo que tiene el recetario open source. boni.
lo otro.
no opina que cocinar es como una suerte de emporialismo moderno? me refiero a que de un tiempo a esta parte, es un hecho cool que empieza por hacer sushi, pasa por rescatar la cazuela con merkén y termina con ese acto boloccquista de catar vinos.
@ jose: debe ser como la mirada compasiva de los franceses respecto de los dinners de los gringos (¿cachai esos buses-fuente de soda como art deco?), como que encuentran amoroso el café penca y la transforman en un poster.
@ l.a.: cocinar es una necesidad, tanto como comer. hasta ahí no hay realmente un problema. hay emporialistas que quieren que todos coman lo que ellos venden, y en eso se parecen los fabricantes de transgénicos y la élite del parque forestal.
ya le deben haber echado la taia canal trecística (http://elblogdelafena.canal13.cl/), pero no me aguanto no decírsela:
«piensa, feña, piensa».
sabe q hasta ahora no me habían dicho, pero estaría harto weno que empezara a hacerlo.
todo lo que es «amango».
Quiero aclarar que evito los pocos «emporiors» santiaguinos actuales y que me importa una RAJA Undurraga & Co., sociedad frívola con la misma finalidad que un Unimarc, pero lamento no estar de acuerdo con este post.
Es un error identificar el almacén con los 70 u 80. Yo diría que esos son los estertóres del almacén, como cuando doña Yolita iba a
comprar una bolsita de té. No.
El almacén (con leña, aceite, pan, romero, merquén, coco rayado, hielo en barras, sal en saco, café de grano, etc.) es mas viejo que la cresta (¿siglo 19?); pero mucho más viejo que el hilo negro (que no se vendía en el almacén, sino en la paquetería), donde cada proveedor era un personaje distinto (y de lugares distintos).
No es chiste que había pan de distinta harina y grano en canastos distintos, o que la baldosa y la estantería se hacían pequeñas en los días que recibían la conserva importada o los sacos de té o arroz, la cuelga de ajíes, ajos o sobres con especias tenían su lugar y la fruta o verdura (de Colchagua, Paine o La Vega) no dejaban espacio, junto a la leche o el embutido.
El emporio era el mismo almacén (quizás no con tanta cosa), pero con patente de alcoholes… lo que contrasta con la nueva sucursal de «emporiors» que abre en La Dehesa poco tiempo atrás.
(En homenaje a mi abuelo Silvestre, dueño de un almacén en calle Bascuñán entre 1941 y mediados de los 60´s, cuando murió).
Es lo que sostengo: qué tiene que ver La Dehesa con Avda Matta. Qué tiene que ver La Chimba con el Parque Arauco. Creo que me has dado un muy buen argumento.