El fin de semana la revista Paula organizó una feria con stands de empresas dedicadas a la venta de ingredientes, productos terminados y tecnología para preparar comida. Dicho así podría haber estado presente su ferretería amiga, Mayonesa Hellman’s o Andifrut o cualquier vendedor de comida. Pero la opción preferencial fue por lo sofisticado. Una noción rara, imprecisa, neurótica. Dentro del recinto ferial, cualquiera entiende qué es sofisticación, pero ¿y una vez fuera de él? ¿Qué es comer bien? ¿Cuándo estamos comiendo mejor y cuándo estamos simplemente queriendo que nos vean comprar?
Tenemos algunas nociones de lo que merece valorarse, desde esta esquina sanguchera:
– Unas prietas aromáticas, hechas sin ninguna vergüenza ni complejo. Produjo un interesante fenómeno: las mujeres cuarentonas-anoréxicas-rubias huían, se acercaba un conjunto de transeúntes más bien mestizos de bastante buen humor y todos muy conversadores.
– En un mundo en que todos descubrieron el merquén/merkén/meskén, por momentos parece que la competencia fuera de etiquetas y ocurrencias. Y el merquén PICA. Debe picar. El que más sabor y fuerza tenía, de lejos, era este.
– Y ya que estamos recomendando lo más aliñado, parece importante reparar el exceso con un tecito. Los argentinos, ya lo sabemos, no se van a hacer pasar por ingleses para tomar té. Al contrario, lo van a mezclar con mate, con hierbas que ya conocen.
Evidentemente, en las páginas sociales hay más. Pero en lo que hace a sánguches, esto fue lo que nos gustó.

Hoy me comi una pizza con queso, ajo y merken. Imaginate weon.