Imagínese lo siguiente: tiene más hambre que un completo y menos que un churrasco. Va de pasada. Es un momento sin voz en off, sin música de fondo, sin glamur. No hay lecciones, tampoco hay iluminaciones.
Lo único es que hace hambre.
El Tío Manolo de Marathon tiene una sucursal no oficial (quién sabrá el detalle, la pequeña historia) que cuadra con ese deseo cotidiano y esa hambre mundana y sencilla. Abundante sin ser cuantiosa. Importante sin ser solemne. Rico como el maxi-kiosko original, quizás menos perfecto. En todo caso más central (y la ubicación de la picada importa tanto).
Entonces nos detuvimos y pedimos el As Italiano que resulta lógico pedir. Completo no, hamburguesa tampoco. Un buen As, con tomate, buena palta y harta mayo (bastante salada, refrigerada, casera). Lo interesante de la sucursal no está en la cocina (no agrega nada al original, sino que lo replica) sino en las mejores acomodaciones. Y sobre la mesa, junto con el trío dorado de ketchup-mostaza-ají, un Chancho en Piedra ejemplar. Un mini altar pagano en que se ha sacrificado el tomate, la cebolla y el cilantro a algún dios local que no se espanta si en vez de machacar ingredientes (el chancho en piedra estándar) le ofrecen pebre. Lo que importa, lo que realmente cuenta, es que un As con ese pebre mejora y uno no quiere que se acabe.
quiero el mío cuando vuelva dentro de poco a las tierras del sanguche
erselente reseña