Este lugar es un genuino exponente de la entrada de la hamburguesa global hasta las mesas sangucheras de la capital de Chile. Lo es porque nada en Castillo Hamburger recuerda el estilo gringo que reconocemos entre deportivo, universitario, babyboomer o directamente fast food que ha hecho famosa a la hamburguesa. Es una casa ñuñoina con pinta de gran residencia del siglo pasado, una silueta de castillo que los dueños han usado como un rasgo más divertido que señorial y un patio con frutales y cama elástica.
Nadie podría confundirse respecto al entorno, pero una vez enfrentados a la comida es todavía más sencillo saber dónde estamos: la oferta está pensada con atención para un público criado con completos y churrascos. Aunque las papas fritas llegan en el canastito con papel similar a un diario, el aroma, el sonido y la textura del bocadillo no parecen una importación. Hagamos lo que anunciamos el post anterior:
PAN: usan frica con un sabor rápidamente reconocible, más salado que el brioche.
CARNE: la mezcla de carne lleva un toquecito de ajo, nos pareció.
VEGETALES: tomate y palta, por opción.
SALSAS: mayo (¿para qué decir «casera», si la sola aclaración nos hace pensar en frascos y bolsas de productos infames?) para completar la fórmula italiana.
PAPAS FRITAS: correctas, cumplidoras, abren el apetito y son gorditas.
AMBIENTE: no podemos decir gran cosa del salón, pero la terraza recuerda más a un gran asado de familión -nos gusta mucho la palabra familión- que a una feria de diversiones, un servicentro o una fuente de soda (hay hamburgueserías que parecen todas esas cosas). Los adultos comen con afán mientras los niños corren entre juguetes que podrían ser los propios, saltan y seguramente piensan que están en un cumpleaños bien organizado en estas calles con dos apellidos cada una. Nada parecido a Chuck E Cheese, por cierto.
CARTA: acotada, bien concentrada, nos hizo pensar en una cocina donde las cosas se mantienen bajo control. Hay ensaladas y postres, entradas de picoteo y cervezas.
SABOR: en distintas visitas hay consistencia, buen sentido, mesura con la sal y una identidad reconocible.
Los Tres Antonios 397