En la calle Julio Roca, de Punta Arenas, hay un kiosko magallánico. Es decir, un local bien protegido del viento, sencillo y directo en su oferta. Vende cigarrillos, confites y bebidas, aunque prensa no hay. Por eso es un kiosko, una picada.
La clave está en el pancito.
El Kiosko Roca tiene una reputación admitida por trip advisor, el ministerio de Cultura y varios cronistas bien informados, pero más que nada tiene un lugar ganado en la vida cotidiana de la ciudad a la que pertenece.
Esto es muy importante. Si a un santiaguino curioso por la comida le dicen que hay una picada en que se come choripán y leche con plátano, imaginará seguramente media marraqueta bien crujiente con un chorizo asado a las brasas, pesado y muy graso. La leche con plátano, desde luego, no puede ser más que leche fría, plátano y una juguera. Pero no: esa imagen no describe al Kiosko Roca. La diferencia radica, precisamente, en que estamos en Magallanes. Es otro lugar, otra historia y hábitos distintos.
Pedimos un pan con chorizo -«pancito» es más correcto-, pero nos retrucaron «¿uno nomás?», señal que uno no es ninguno. La gente que conoce lleva cuatro. Son hallullas chiquititas, aunque contundentes por el relleno. Calentitas, de cáscara quebradiza, miga blandísima. Gloriosas, únicas. Empezamos a entender el origen de la fama.
El chorizo está presentado como una pasta, al estilo de la sobrasada española. No sería nada de raro que ese fuese el origen, dada la migración que ha construido la comunidad magallánica. Un poco de mayonesa casera completa la combinación. Calórica, por cierto. Potente en sabores, aunque el diámetro es tan reducido que nadie está obligado al empacho. Se puede pedir con más mayonesa y/o con queso.
La otra parte del combo de la casa es -sí, leyó bien- la leche con plátano cuya preparación se hace a la vista del comensal acodado en la barrita: una licuadora llena de plátanos con un poquito de leche, se procesa sin apuro y luego se combina con un galón de no menos de 20 litros de leche. El resultado es el sabor bien dulce y conocido en todas las casas, pero en una textura muy ligera y suave, que equilibra -esto es una prueba que el lector tendrá que hacer por sí mismo- la rotunda propuesta de sabores del pan con chorizo y mayo. Es una especie de postre + refresco, en un lugar en que no hace calor y donde las calorías combaten abiertamente con el crudo viento helado apenas se sale a la calle.
El resto de la fama tiene dos componentes: el precio módico y la devoción de la casa por su equipo de fútbol, tan intensa como para no tener una imagen publicitaria y haberla reemplazado por el escudo de ese club. Aunque no la compartimos, nos llevó a recordar esta columna en que se consigna que antes del fútbol moderno, empresarial y fluorescente, hubo amor por otros símbolos. Pues bien: fútbol aparte, el Kiosko Roca es un justamente un estandarte de la alimentación urbana y popular en este mundo aparte que es Magallanes.
1) Lo que vende el Kiosko Roca son sandwiches de chorizo y NO choripanes. Esa es la razón por la cual los no residentes en magallanes creen que van a comer una marraqueta con un chorizo. Error. Reitero, lo que se debe decir es que ofrecen sandwich de chorizo y NO choripán
2) El lugar, a mi punto de vista, está sobrevalorado por los puntarenenses. Soy puntarenense y si bien los sandwiches son buenos, no son la panacea- Hay otros lugares con mejor cocina.
3) El lugar es pequeño y de pocos asientos. Al estar sobrevalorado, se llena de público y todos esperando tu turno que termines ràpido de comer para que ellos puedan ocupar tu puesto. En otras palabras, debes comer apurado y todos mirándote como comes. Muy incómodo
4) El lugar está lleno de cosas alusivas al Club de fútbol Universidad de Chile, equipo del cual la dueña es hincha. Creo que un colocolino no debiera asistir hasta que se saque cada símbolo azul del local.