Un año de café

Enero fue un mes común con su lista de pendientes y el calor que aburre. Febrero es tiempo de vacaciones, incluso en las más duras circunstancias, y en marzo ya toca empezar de nuevo. Pero en 2020 empezamos y terminamos con diferencia de 15 días.

Todo el resto del año ha sido estar en casa. Salir cuando se pudo -muy poco, recién en semanas posteriores a fiestas patrias-, siempre a la defensiva y con una advertencia en mente: no aflojar con la mascarilla, el metro de distancia, ni el alcoholgel.

Por cierto que ha sido un año desastroso para el hábito que fundó este blog: comer algo fuera de la casa.

El encierro, el ambiente que no está pensado para trabajar o producir, el letargo y también la ansiedad de una maratón de introversión (dejé de contar las semanas de cuarentena por el mes de julio, creo) hicieron que el café se volviera desde el inicio una muleta. Para diferenciar la vigilia del resto del día, para hacer el ánimo necesario para el teletrabajo -que tiene momentos de absurdo muy marcado-, para mejorar el desayuno que, esto hay que destacarlo, sobresale cuando no hay apuro de salir de la casa.

Y después de almuerzo y a la hora de once y, si no espantara el sueño que estaba huidizo, tomaría café antes de acostarme.

¿Qué he aprendido? Si antes hacía 4 cafés a la semana (obvio: desayuno del sábado y el domingo para dos personas), ahora hago 14 tazas por lo menos. Cualquier proceso que se reitera diariamente ofrece la opción de atender no solo a lo sobresaliente, que en el café suele ser aroma y sabor, sino también a elementos más pequeños, pero cuya constancia los van haciendo aparecer más y más. A saber:

  • El agua. Mirar dentro del hervidor eléctrico es pensar en la turbiedad del sarro acumulado y que también se disuelve en el agua que bebemos. Tener agua filtrada no solo mejora esto, sino que aporta una acidez al café y despeja el regusto a cañerías, gomas y piedras que el agua potable trae inevitablemente. Incorporar un jarrito con un filtro que se cambia cada dos meses es un aprendizaje valioso.
  • La molienda del café. Igual que en el proceso de producción de cobre, reducir la granulometría del material importa. ¿Se lee como si fuera sofisticado? No lo es. Ya lo sabía: no hay como llevar el grano entero a la casa y molerlo justo antes de preparar el café. La nariz te lo confirma. Pero tener una molienda menos trabajosa, más pareja, o simplemente más rápida aconseja aprovechar los continuos cyber mondays fridays tuesdays para saltar del molinillo manual a uno eléctrico. Esta herramienta hace algo interesante: gradúa mucho más claramente ese ancho espacio que suele llamarse «molienda media». Conocer y manejar ese rango mejora el resultado.
  • Los tostadores. Acá junté varias cosas, no solo el tueste: qué granos traen, a cuánto los venden y cómo despachan, y cómo empacan. Probé con Peregrino, Tuesta, Outlet, Artisan, Ludico, CCCR, Alta, Lama y Singular. También recibí de regalo granos empacados en Concepción en Intenzzo. Todos se mantuvieron en el negocio durante el año mientras varias cafeterías tuvieron que cerrar o cambiar drásticamente su actividad, de modo que sospecho que la venta chica a clientes como yo puede haber ayudado en los momentos de más apuro. Llegaron granos de muchos países, y mi conclusión después de 9 meses de café en mi casa es que desde Perú, Colombia, Centroamérica y hasta Brasil nos envían mucha calidad por un precio bastante justo. De Asia y Africa también llega variedad y calidad, pero mi aprendizaje es que se puede partir por orígenes más cercanos a Chile.
  • Entrenar. Es decir: aprenderse la receta para V60 de memoria, repetir, registrar lo que funciona y sobre todo lo que no funciona, insistir y luego corregir, corregir, corregir. Ver tutoriales en youtube está bien pese a la insoportable publicidad que interrumpe hasta los ciclos mínimos de concentración, pero también hay guías escritas, bastante detalladas y esquemáticas. Pero lo mejor del año, cuando ya se pudo salir, fue ir a un taller. Ver trabajar directamente a Jacobo, compartir con tres personas igualmente interesadas, tomarse el café (hácete esa po, yutub) y hablar.

Es cierto que lo que he escrito puede considerarse otro posteo sobre consumo. Las redes sociales son una gran feria libre llena de puestos para vender lo que sea (¡experiencias!), como sea. Pero quizás estoy apuntando a otra cosa: aunque sea por obligación, aprender a hacerte tu comida (y bebida) es algo interminable. ¿Aprendiste algo en 2020? A hacer café filtrado al desayuno. Parece poco, pero no es tan poco.

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